El 21 de octubre de 2025, en vísperas de la festividad de San Juan Pablo II, patrono de la ACRO, miembros y amigos de Acción Católica Rumana (ACRO) se reunieron en línea para celebrar el 20.º aniversario de la Federación. Moderada por la periodista Alexandra Măriuț, la velada unió a generaciones de laicos que han servido a la misma misión: ser valientes testigos de la fe en la Iglesia y en el mundo.
La reunión se inició con una oración dirigida por Padre Cristian Langa, asistente eclesiástico general de ACRO, quien invitó a los participantes a ver el aniversario no solo como un recuerdo, sino como una renovación de la misión y el servicio. Recordó que la fidelidad no se mide en años, sino en actos de amor y perseverancia.
Codruța FerneaLa presidenta de ACRO, reflexionó sobre el significado de este jubileo: un momento de gratitud, pasión y esperanza para el futuro. Remontó las raíces de la Federación, desde su fundación en Blaj en 2005 hasta los movimientos ASTRU y AGRU de principios del siglo XX, y el resurgimiento poscomunista de la formación laica. Su mensaje enfatizó la unidad entre los ritos greco-católico y latino, y el llamado constante a vivir la fe juntos en la vida diaria.
Ex-presidente Oana Tuduce (2005–2013) recordó las “raíces invisibles” de la Acción Católica en Rumania: los años de preparación silenciosa, amistad y la influencia del Foro Internacional de Acción Católica (FIAC) y de colaboradores laicos italianos como Maria Grazia Tibaldi, cuyo apoyo inicial ayudó a reconstruir las redes laicas después de 1990.
Padre Félix Roca, asistente nacional de 2005 a 2024, habló de la paciencia, la fidelidad y la formación como corazón de la Acción Católica: “No es sólo una organización, sino una escuela de fe y de vida”.
De Italia, María Gracia Tibaldi compartió un sentido mensaje recordando el espíritu de fraternidad que siempre ha marcado la relación entre ACRO y Acción Católica Italiana: “No vinimos a traer modelos, sino a compartir la vida”.
La celebración concluyó con un momento de oración común y acción de gracias, encomendando el futuro de ACRO a María, Madre de la Esperanza. La velada estuvo llena de emoción, gratitud y un renovado compromiso: un reconocimiento de que la Acción Católica no se mide por el tiempo, sino por la amistad, el servicio compartido y la fe viva de generaciones que caminan juntas.





