En la Basílica de San Pedro, frente al Papa Francisco, en silencio, con el rosario en la mano, los jóvenes de Acción Católica no solo llevan el dolor del duelo, sino una promesa. La promesa de una Iglesia que sigue caminando, orando y esperando, siguiendo los pasos de quienes sirvieron a Cristo Resucitado con humildad y valentía.
Es, de hecho, un gesto antiguo, una tradición que perdura a través de generaciones de jóvenes de Acción Católica. Un gesto de silencio, oración y presencia. Hoy, como hace dos siglos, pequeños grupos de jóvenes se turnan a pocos metros del cuerpo del Papa. Una vigilia extrema de amor, discreta pero intensa.